sábado, 21 de septiembre de 2013

Que extraño es aquello que los hombres llaman placer

No puedo creer hasta este momento que semejante frase resaltara tanto, "Que  extraño es aquello los hombres llaman placer", y lo es mas el amor y el deseo, ligados a ellos mismos, el goce, la necesidad, la falta que busca ser llenada y que se encuentra a si misma en una de estas, el punto donde aquello que el dolor y el placer se encuentran a si mismo en la convergencia de los contrarios, la convergencia de mi yo y su yo, donde nuestras dos individuales convergen en una y devienen a eso que se autoploclama y se reconoce a si mismo como amor.
Pero en el carácter propio en, lo único para nosotros y con nosotros mismo, el placer se consagra a si mismo en nuestros deseos, mas bien en la plenitud de la posesión, o al menos así lo aparenta, en el punto que estamos completamente satisfechos como para no preocuparnos por nada mas que en algún momento se hallan buscado y que ya no sea necesario hacerlo por lo ya dicho, pero, también aparece otro momento de placer en el que no parecemos poseer nada, en el que todo se acaba y lamente se abandona a si misma por el simple hecho del alejamiento aparente de todo, en que parece que todo se abarca y no se necesita nada mas que en ese único momento de dicha pura, donde la falta se cuestiona a si misma volviéndose todo y logrando que se pueda concebir así, mas no, igual no se podrá lograr la separación de la concentración de esto, el sentimiento y la expresión pura del placer humano, podrán conciliarse como el eco puro del alejamiento de los pensamientos del alma, cuerpo puro, desenfrenado placer  a los sentidos sensatos de los hombres.

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